El dilema:
¿entrego el ukelele en la primera cita?
Lo conociste esa misma noche en la disco o en el pub y te parece encantador. Bailaron, se divirtieron y te invita a seguir la velada en su casa. Aceptas gustosa y pensas que es un seductor. Ni bien llegan a la casa, te sirve un trago, pone música sugestiva y te explica que su bidet funciona de maravillas.
Al rato se están amando como si se viniera el fin del mundo. Resulta que es un amante fenomenal y te sentís como en la trampa de un hechizo. Todo marcha viento en popa y en medio de la pasión, te pide una prueba de amor, sosteniendo un pote de vaselina. ¡Qué momento! Si le haces caso puede pensar que sos una promiscua y sino, puede que se enoje y se rompa el embrujo que viven. ¿Qué hacer?

Mauricio Santander nos relata su experiencia. "Un compañero de trabajo me invitó a tomar unas copas. Yo acepté porque vivo solo. Fuimos a un bar, cerca del puerto. Me llamó la atención que al poco vi a dos marineros bailando lambada. Me parecía un lugar medio raro. Bebimos toda la noche y nos fuimos para su casa. Una vez allí se me tiró encima y quiso bajarme los pantalones. Yo me negué. Ahora no me saluda y me hace gestos procaces en la oficina: hace que se lleva montocito a la boca o hace la pantomima de quien come grandes embutidos".

Claro que este no es un caso único. El tema es problemático, sobre todo en los tiempos de soledad que corren. El Lic. Julián Zamorano nos da su opinión. "En esta era de internet y zapping las relaciones son mas rápidas. Incluso hay gente que incluso se acuesta antes de conocerse; creo que no tiene nada de malo entregarse por completo en la primera noche; yo mismo lo he hecho en más de una oportunidad y me ha parecido altamente satisfactorio".

Por su parte, la Lic. Laura Salino nos comenta: "El temor a ser reconocido como promiscuo es algo común. En la fantasía de los hombres siempre se juega la imagen de la prostituta. Incluso muchos hombres prefieren vestirse como prostituta. No creo que debamos ser pacatos. Además podemos obtener algún beneficio. Hay que aprovechar esa fantasía y hacerse pagar por los servicios ".

Julieta Belarga, quien nos pidió quedar en el anonimato, relata su dolor: "Él era un compañero de la facultad. Nos gustaba a todas. Siempre se mantenía apartado y no hablaba con nadie. Un día, mientras estudiaba en un bar, lo vi y me le acerqué. Comenzamos a hablar y era un sueño. Después fuimos a un mueble y se me quiso propasar. Me gritaba "tirame el cable, tirame el cable". Yo estaba desconsolada, no entendía nada y quise irme. Entonces me tomó por los brazos y me dijo que me quería rellenar los intestinos. Fue horrible. Después no me habló más".
El temor al rechazo es muchas veces, el motor para entregarse al deseo del otro. Claro que nosotros también podemos poner nuestros términos. No debemos aceptar todo los que nos proponen como si fuera una orden. Por otro lado, la idea de ser promiscuo no debe desalentarnos. Si nuestra intención es pasar un buen momento, poco debería importar que piensen y deberíamos cargar con un aceite para bebés. Quizá nos sirva de experiencia la famosa cita de Sor Juana Gines, quien dijera alguna vez "El destino de una virgen es convertirse en estampita, pero solo siendo estampilla te pasan la lengua".

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