Calvicie genital:
La patologia de los empresarios y yuppies
La patologia de los empresarios y yuppies
A comienzos de los 90s, la caída de las bolsas internacionales, por el llamado efecto tequila, provocó una avalancha de consultas por una patología hasta el momento desconocida: "the shinning egg" o "huevo brillante". El afectado, sin antecedentes en esta afección, presentaba testículos descubierto de pilosidad, con la marca social que esto aparejaba. Actualmente la difusión en los medios de comunicación y políticas concientización gubernamental cambiaron la percepción del flagelo, pero en aquellos años, el cargar con esta especifica calvicie, generaba el rechazo social, la burla y, en algunos casos, los niños no dudaban en arrojarles piedras o alimentos en descomposición a los infectados.
"Se hizo común, por esos aciagos días, la consulta de hombres maduros, vestidos de traje cruzado con pantalón pinzado, y cargando permanentes maletines. Estos mostraban signos de stress, a veces acompañados de espasmos intermitentes, dilatación de las pupilas y flatulencias incontrolables. Bastaba con una ligera exploración diagnóstica para comprender que se trataba de un nuevo afectado de la Calvicie Genital", comenta el Dr. Tezana, miembro de la Escuela Dermatológica Dinámica,"La población afectada era exclusivamente de empresarios, los cuales habían conocido el fracaso y el despido laboral como resultado del Efecto Tequila. Al parecer los empresarios necesitan del éxito más que otros seres humanos; podemos decir que ellos se alimentan de éxito, al igual que japones necesita del arroz o la tortuga de la lechuga. De algún modo ese fracaso provocaba este mal".
El New York Times llamó a esta afección "La última peste del milenio" y durante años no hubo tratamientos satisfactorios para ella. Hasta que la ciencia tomó el tema entre sus manos, entre sus tibias manos, los enfermos vivieron en la marginación. La primera solución fue aportada desde la cosmética. Se trataba de unos complejos peluquines o bisoñes, los cuales se adherían con incómodos pegamentos u hebillas diminutas, sostenidas desde el ombligo y el ano. Es innecesario señalar la incomodidad de estos constructos. Los apliques necesitaban de un gran mantenimiento y los portadores gastaban fortunas en peluquería y veterinaria.
Años más tarde la solución vino a través de los implantes capilares. El afectado donaba una porción de cabello de su nuca o entrecejo, el cual luego era implantado en la zona púbica y testicular. Parecía la solución perfecta. Sin embargo la población portadora de cabello lacio debió embarcarse en tratamiento de rizados y permanentes, de lo contrario presentaban largas barbas de profeta en la zona afectada. "Mi vida fue una tortura. Mostrar mi cuerpo desnudo, ya sea en gimnasios, ante mi pareja o a la salida de las escuelas se me hacía terrible", relato Umberto Z., quien sufrió la patología y actualmente se encuentra recuperado a la sociedad, "El cabello implantado crecía a un ritmo desacostumbrado y no había barbero o peluquero que quisiera atenderme. El vello me crecía tanto, que era fácilmente confundido con la falda de una hawaiana".
Tan extrañamente como surgió, la enfermedad desapareció con el nuevo milenio. Hoy, encontrar un peluquín de testículo es una rareza. Hace pocos años ese mismo postizo pudo haber salvado una vida.
"Se hizo común, por esos aciagos días, la consulta de hombres maduros, vestidos de traje cruzado con pantalón pinzado, y cargando permanentes maletines. Estos mostraban signos de stress, a veces acompañados de espasmos intermitentes, dilatación de las pupilas y flatulencias incontrolables. Bastaba con una ligera exploración diagnóstica para comprender que se trataba de un nuevo afectado de la Calvicie Genital", comenta el Dr. Tezana, miembro de la Escuela Dermatológica Dinámica,"La población afectada era exclusivamente de empresarios, los cuales habían conocido el fracaso y el despido laboral como resultado del Efecto Tequila. Al parecer los empresarios necesitan del éxito más que otros seres humanos; podemos decir que ellos se alimentan de éxito, al igual que japones necesita del arroz o la tortuga de la lechuga. De algún modo ese fracaso provocaba este mal".
El New York Times llamó a esta afección "La última peste del milenio" y durante años no hubo tratamientos satisfactorios para ella. Hasta que la ciencia tomó el tema entre sus manos, entre sus tibias manos, los enfermos vivieron en la marginación. La primera solución fue aportada desde la cosmética. Se trataba de unos complejos peluquines o bisoñes, los cuales se adherían con incómodos pegamentos u hebillas diminutas, sostenidas desde el ombligo y el ano. Es innecesario señalar la incomodidad de estos constructos. Los apliques necesitaban de un gran mantenimiento y los portadores gastaban fortunas en peluquería y veterinaria.
Años más tarde la solución vino a través de los implantes capilares. El afectado donaba una porción de cabello de su nuca o entrecejo, el cual luego era implantado en la zona púbica y testicular. Parecía la solución perfecta. Sin embargo la población portadora de cabello lacio debió embarcarse en tratamiento de rizados y permanentes, de lo contrario presentaban largas barbas de profeta en la zona afectada. "Mi vida fue una tortura. Mostrar mi cuerpo desnudo, ya sea en gimnasios, ante mi pareja o a la salida de las escuelas se me hacía terrible", relato Umberto Z., quien sufrió la patología y actualmente se encuentra recuperado a la sociedad, "El cabello implantado crecía a un ritmo desacostumbrado y no había barbero o peluquero que quisiera atenderme. El vello me crecía tanto, que era fácilmente confundido con la falda de una hawaiana".
Tan extrañamente como surgió, la enfermedad desapareció con el nuevo milenio. Hoy, encontrar un peluquín de testículo es una rareza. Hace pocos años ese mismo postizo pudo haber salvado una vida.