Pubertad y Adolescencia:
Una etapa de grandes cambios
En la adolescencia se producen cambios físicos que preparan al cuerpo para la vida adulta. Este proceso biológico se llama pubertad, periodo que se caracteriza por el aumento de la actividad hormonal. El reloj biológico parece enloquecer, y las hormonas, trastornadas, producen caóticas modificaciones tanto corporales como psíquicas. El paraíso de la infancia se ve arrasado por mutaciones físicas, ineptitud en todos los ámbitos de la vida, torpeza motora y una persistente excitación sexual. Estos aspectos hacen del púber alguien peligroso, tanto para sí mismo como para los otros. Quizá deba comparárselos a un cachorro de Doberman suelto en una cristalería o a un borracho ejercito de Vikingos.
El primer dato a observar es relativo al crecimiento, mucho más rápido que la etapa infantil previa. Claro que este desarrollo no tiene nada de armónico y el cuerpo parece desintegrarse en sus elementos, los cuales se desarrollan en independencia. "Mi pecho se ensanchó y se estiró, pero mis extremidades continuaron casi iguales- recuerda Nelson, que ahora tiene 35 años-. Por meses no pude cruzarme de brazos y para meter mis manos en los bolsillos debía agacharme". Este crecimiento desorganizado hace que los movimientos se vuelvan torpes, más propios de un autómata que de un humano. Las dimensiones del cuerpo se ven alteradas, desproporcionadas, y resulta difícil manejar el nuevo cuerpo. Quizá la intención de caminar se vea traducida en tropiezos involuntarios, ataques de pestilentes gases o en incontinencia uretral, por ejemplo, en medio de una declaración amorosa. Esto es normal y forma parte del proceso de crecimiento.
Otro cambio, que afecta particularmente a los muchachos, tiene que ver con la voz. Las cuerdas vocales se vuelven más gruesas y el tono se va haciendo más grave, aunque de manera gradual. "El cambio en mi voz fue detectado primero por los otros - explica Nelson -. Antes, cuando atendía el teléfono, la gente me confundía con mi hermanita, lo cual me provocaba enojo y humillación. Muchas veces aprovechaba la confusión e insultaba o amenazaba de muerte a mi interlocutor, al fin de cuentas, nada iba a sucederme. Claro que la gente no siempre reaccionaba bien: mi pobre hermana debió viajar al exterior para resguardar su integridad física y, en una oportunidad, incendiaron mi casa. El tiempo fue solucionando las cosas. De a poco la voz se me fue acomodando y adoptando una tonalidad más madura y la gente dejó de confundirme con mi hermana. Ahora me confunden con mi madre".
Quizá los más interesante sean los cambios que se producen a nivel de los órganos sexuales, los cuales crecen y se acompañan de una creciente y desbocada excitación sexual. De buenas a primeras, esa pequeña babosa de carne que colgaba entre las piernas del niño, despierta de su letargo, eleva la cabeza y logra la rigidez de un poste de luz. Esa cosita abandonada de la infancia se transforma en un animal ingobernable e incansable, que se adelanta a su portador como un perro de departamento que sale de paseo. No por nada muchos púberes rodean sus miembros con diminutos collares de ahorque, para mantener controlados posibles desmanes. Es que la pubertad es una edad de exaltación, fogosidad y arrebato. Según estudios recientes, los púberes tienen alrededor de 13572 ideaciones sexuales a lo largo del día, mientras que el resto del tiempo lo usan para masturbarse.
Los cambios sucedidos en esta etapa de la vida, si bien incómodos, son naturales y casi todos hemos pasado por ellos e, incluso, muchos aspectos de esta etapa nunca son dejados atrás. Quizá pueda ilustrarnos, en este aspecto, un pensamiento de Esteban Ilacqua: "La pubertad es esa etapa de la vida donde mostramos abiertamente la estupidez y la desatada excitación sexual que ocultaremos en la vida adulta".

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