Si bien toda "primera vez" está siempre envuelta de miedos y fantasías, acaso sea la iniciación en el sexo anal la que provoque más horrores. Y es el temor al dolor quien se lleva las palmas en este tema. Sin dudas nos surgen muchas preguntas: El sexo anal ¿duele? ¿deja marcas? ¿trae renguera? ¿es adictivo?
Muchas son las personas que eligen vivir una sexualidad apagada por falsos pudores o temores infantiles. "A mi me causa temor la sola idea de ser penetrada", nos cuenta Zulma Ribotelli, "recuerdo que cuando mi pareja me planteó el tema, estuve semanas sin evacuar. El era perseverante. Me insistía y me insistía. Creo que estaba obsesionado. Recuerdo que él jadeaba y tenía los ojos como desencajados. Se pasaba el día engrasándose el coso y me miraba amenazante. En una oportunidad se me acercó por detrás, con los pantalones bajos y con un embudo. Otras veces me despertaba y lo encontraba desnudo y con calzador de zapatos en la mano. Vivía angustiada y decidí separarme. Recién ahí pude volver a mover el vientre."
El Dr. Rubén Silgan, autor del best seller "En el mío o en el tuyo", nos dice: "La práctica del coito a tergo, mayormente conocido como piculina, no es dolorosa en absoluto. Pero si el sexo anal se lo practican a uno... mamita querida... eso duele como la gran puta!".
La Lic. Claudia Rozo confirma que es posible que haya dolor, pero hay técnicas que lo eliminan. "El esfínter es un músculo elástico y con una adecuada estimulación puede dilatarse para facilitar las cosas. Cuanto más dilatada esté la zona, menos dolorosa será la experiencia y más placentera. Lo recomendable es, previamente, masajear la zona con un dedo y luego con dos. Más tarde podríamos intentar con tres dedos a la vez, con un pie o un matafuego. El momento adecuado para la penetración es cuando pueda introducirse fácilmente un enano de jardín".
La falta de educación y el temor a lo nuevo son aspectos que nos impiden vivir en plenitud. "Yo vivía amargado", testimonia Humberto Barreto, "sentía que algo me faltaba. Estaba insatisfecho sexualmente. Un amigo y confidente me recomendó que hiciera algo nuevo. El sabía que me había casado virgen. Uno no ha tenido muchas oportunidades de concretar sus fantasías cuando se casa joven como yo, a los 43 años.
Me dijo - Por qué no probás con el sexo anal?-. Sabía que mi amigo había dado en la tecla, pero llevar a la practica su consejo me parecía imposible. Yo respetaba mucho a mi mujer y no podía proponerle nada de esto. Éramos muy tradicionales en materia de sexo. Sin embargo tenía que salir del pozo y decidí buscar ayuda profesional. Estuve meses para decidirme, pero me tiré a la pileta. Le digo que fue una experiencia memorable. Juro que se me abrió un mundo nuevo y el humor me cambio enseguida. Me sentía más osado y, ocurrente. Mi amigo no tardó en darse cuenta y me pidió detalles de la experiencia. Nos encontramos en el bar y él se fue hacia la mesa que ocupábamos siempre. Entonces le dije que mejor tomáramos algo de parados, porque si bien me sentía pleno, todavía me dolía el orto".
Tantos los testimonios como la opinión profesional confirman que el sexo anal puede ser una experiencia de dolor. En la redacción de Solo Enanos pensamos que se trata de un tema que no permite conclusiones y que debe quedar abierto. Es una realidad que nos involucra todos y a la que no podemos darle la espalda. Acaso pueda ofrecernos una solución la conocida Ley Almada, la cual dice que cuando el dolor es insoportable, lo mejor es morder la almohada.
Muchas son las personas que eligen vivir una sexualidad apagada por falsos pudores o temores infantiles. "A mi me causa temor la sola idea de ser penetrada", nos cuenta Zulma Ribotelli, "recuerdo que cuando mi pareja me planteó el tema, estuve semanas sin evacuar. El era perseverante. Me insistía y me insistía. Creo que estaba obsesionado. Recuerdo que él jadeaba y tenía los ojos como desencajados. Se pasaba el día engrasándose el coso y me miraba amenazante. En una oportunidad se me acercó por detrás, con los pantalones bajos y con un embudo. Otras veces me despertaba y lo encontraba desnudo y con calzador de zapatos en la mano. Vivía angustiada y decidí separarme. Recién ahí pude volver a mover el vientre."
El Dr. Rubén Silgan, autor del best seller "En el mío o en el tuyo", nos dice: "La práctica del coito a tergo, mayormente conocido como piculina, no es dolorosa en absoluto. Pero si el sexo anal se lo practican a uno... mamita querida... eso duele como la gran puta!".
La Lic. Claudia Rozo confirma que es posible que haya dolor, pero hay técnicas que lo eliminan. "El esfínter es un músculo elástico y con una adecuada estimulación puede dilatarse para facilitar las cosas. Cuanto más dilatada esté la zona, menos dolorosa será la experiencia y más placentera. Lo recomendable es, previamente, masajear la zona con un dedo y luego con dos. Más tarde podríamos intentar con tres dedos a la vez, con un pie o un matafuego. El momento adecuado para la penetración es cuando pueda introducirse fácilmente un enano de jardín".
La falta de educación y el temor a lo nuevo son aspectos que nos impiden vivir en plenitud. "Yo vivía amargado", testimonia Humberto Barreto, "sentía que algo me faltaba. Estaba insatisfecho sexualmente. Un amigo y confidente me recomendó que hiciera algo nuevo. El sabía que me había casado virgen. Uno no ha tenido muchas oportunidades de concretar sus fantasías cuando se casa joven como yo, a los 43 años.
Me dijo - Por qué no probás con el sexo anal?-. Sabía que mi amigo había dado en la tecla, pero llevar a la practica su consejo me parecía imposible. Yo respetaba mucho a mi mujer y no podía proponerle nada de esto. Éramos muy tradicionales en materia de sexo. Sin embargo tenía que salir del pozo y decidí buscar ayuda profesional. Estuve meses para decidirme, pero me tiré a la pileta. Le digo que fue una experiencia memorable. Juro que se me abrió un mundo nuevo y el humor me cambio enseguida. Me sentía más osado y, ocurrente. Mi amigo no tardó en darse cuenta y me pidió detalles de la experiencia. Nos encontramos en el bar y él se fue hacia la mesa que ocupábamos siempre. Entonces le dije que mejor tomáramos algo de parados, porque si bien me sentía pleno, todavía me dolía el orto".
Tantos los testimonios como la opinión profesional confirman que el sexo anal puede ser una experiencia de dolor. En la redacción de Solo Enanos pensamos que se trata de un tema que no permite conclusiones y que debe quedar abierto. Es una realidad que nos involucra todos y a la que no podemos darle la espalda. Acaso pueda ofrecernos una solución la conocida Ley Almada, la cual dice que cuando el dolor es insoportable, lo mejor es morder la almohada.