Tu suegro es ese hombre serio que siempre parece juzgarte, que te tiene reservado un lugar entre sus cejas y que te somete a examen cada día. Tu suegro también es aquel con quien te compara tu mujer, ese a quien nunca vas a poder igualarte. Sin embargo ese hombre adusto es, en la intimidad, una bestia sexual, un desaforado que festeja cada eyaculación como si fuera el gol de Maradona contra los ingleses.
"Mi suegro es un tipo formal. Siempre anda de corbata y peinado con gomina. Incluso a la playa va de corbata. Fue justo un veraneo que nos tocó compartir casa. Yo andaba medio corto de plata y nos fuimos con mis suegros. Todo iba tranquilo hasta la primer noche. En medio de sueño, me despiertan unos gritos desgarradores, como de alguien evacuando un termo-tanque. Juro que se me pararon los pelos de nuca y de la angustia, me puse a morder la almohada. Mi suegro estuvo como dos horas gritando. Después se calmó, pero yo tuve que empezar una terapia", nos relata Humberto Grosman, obrero textil.
La Lic. Claudia Rojo nos ilustra "en nuestra sociedad patriarcal-falocentrica, el suegro representa al amo del harén, alguien que prohíbe el acceso a la mujer pero que también está impedido del disfrute de ellas. Es claro que si uno observa detenidamente a su suegra puede explicarse por qué. Estos prejuicios hacen que se piense al suegro como alguien que no fifa o que no le gusta enfiestarse de tanto en tanto.
"Con mi suegro nos llevamos tan bien que nos hicimos socios del mismo gimnasio. Una tarde, en que mi señora y mi suegra habían salido de compras, nos quedamos solos. Aprovechando la soledad, me propone que nos hagamos una pajita para matar el aburrimiento. Me sorprendió y no pude decirle que no. Fue el peor momento de mi vida. Él se desvistió antes que yo pudiera decir nada y comenzó a masajearse la zona. Ustedes no se imaginan los gritos que pegaba: chillaba como un chancho, se retorcía como poseído y sudaba a baldes. En medio de la cosa vuelven mi señora y mi suegra. Imaginen la situación. Yo no supe que explicar. Él me acusó y dijo que lo había drogado y amenazado. Yo no me defendí. Mi mujer me abandonó ese mismo día", nos cuenta, entre lágrimas, Pancracio Domínguez, ascensorista jubilado.
"La figura del suegro es la figura erótica por excelencia y es el objeto de deseo en la fantasía de todos los hombres. Se le supone una potencia desmesurada e intenciones perversas. No es extraño que cause asombro escucharlo gozar: en el inconsciente, se fantasea con que ese placer desmesurado puede ejercerlo con uno", señala el Dr. Néstor Aristizabal, titular de la cátedra Sexualidad y Suegritud, "y acaso, compartir el lecho con él pueda ser una experiencia en extremo satisfactoria".
Más allá de estos intensos testimonios, cuesta imaginarse que el tema de esta nota pueda ser problema para alguien. En todo caso, si nuestro suegro hace barullo en sus actividades amatorias, deberíamos preguntarnos e investigar en que consisten estas actividades, porque, siendo sinceros, un cristiano no grita sino que hace gritar.
"Mi suegro es un tipo formal. Siempre anda de corbata y peinado con gomina. Incluso a la playa va de corbata. Fue justo un veraneo que nos tocó compartir casa. Yo andaba medio corto de plata y nos fuimos con mis suegros. Todo iba tranquilo hasta la primer noche. En medio de sueño, me despiertan unos gritos desgarradores, como de alguien evacuando un termo-tanque. Juro que se me pararon los pelos de nuca y de la angustia, me puse a morder la almohada. Mi suegro estuvo como dos horas gritando. Después se calmó, pero yo tuve que empezar una terapia", nos relata Humberto Grosman, obrero textil.
La Lic. Claudia Rojo nos ilustra "en nuestra sociedad patriarcal-falocentrica, el suegro representa al amo del harén, alguien que prohíbe el acceso a la mujer pero que también está impedido del disfrute de ellas. Es claro que si uno observa detenidamente a su suegra puede explicarse por qué. Estos prejuicios hacen que se piense al suegro como alguien que no fifa o que no le gusta enfiestarse de tanto en tanto.
"Con mi suegro nos llevamos tan bien que nos hicimos socios del mismo gimnasio. Una tarde, en que mi señora y mi suegra habían salido de compras, nos quedamos solos. Aprovechando la soledad, me propone que nos hagamos una pajita para matar el aburrimiento. Me sorprendió y no pude decirle que no. Fue el peor momento de mi vida. Él se desvistió antes que yo pudiera decir nada y comenzó a masajearse la zona. Ustedes no se imaginan los gritos que pegaba: chillaba como un chancho, se retorcía como poseído y sudaba a baldes. En medio de la cosa vuelven mi señora y mi suegra. Imaginen la situación. Yo no supe que explicar. Él me acusó y dijo que lo había drogado y amenazado. Yo no me defendí. Mi mujer me abandonó ese mismo día", nos cuenta, entre lágrimas, Pancracio Domínguez, ascensorista jubilado.
"La figura del suegro es la figura erótica por excelencia y es el objeto de deseo en la fantasía de todos los hombres. Se le supone una potencia desmesurada e intenciones perversas. No es extraño que cause asombro escucharlo gozar: en el inconsciente, se fantasea con que ese placer desmesurado puede ejercerlo con uno", señala el Dr. Néstor Aristizabal, titular de la cátedra Sexualidad y Suegritud, "y acaso, compartir el lecho con él pueda ser una experiencia en extremo satisfactoria".
Más allá de estos intensos testimonios, cuesta imaginarse que el tema de esta nota pueda ser problema para alguien. En todo caso, si nuestro suegro hace barullo en sus actividades amatorias, deberíamos preguntarnos e investigar en que consisten estas actividades, porque, siendo sinceros, un cristiano no grita sino que hace gritar.