Triangulo amoroso:
Verdades de las parejas abiertas
"No podemos quejarnos o decir que nos faltaba algo. En verdad encontramos mucho placer haciendo el amor. Sin embargo siempre nos gustó experimentar, probar cosas nuevas. Fue así como decidimos incorporar a un tercero y no nos arrepentimos", cuentan Umberto y Julia. Ellos, como tantos otros, han sumado a un tercero a sus relaciones sexuales. Aunque cause asombro, esta práctica es más usual de lo que se creería y son muchos los que la adoptan cada día.
Claro que no todos los casos tienen un final feliz. Quizá el ejemplo de Rodrigo V. nos ilustre al respecto. "Cierto día, al llegar del trabajo, encontré a mi esposa hablando con una amiga. No sé que me pasó, pero había entre ellas un clima de intimidad que me excitó. Por otra parte, la amiga, tenía un cuerpo escultural y rostro aniñado, dos cosas que son mi debilidad. Con mi esposa habíamos tratado la posibilidad de insertar a alguien en nuestros juegos amorosos. Pensé que había llegado el momento. Me las imaginé a ambas dispuesta a recibir mis atenciones, sedientas de mí y sentí que se me incendiaban los calzones. Sin muchos rodeos les propuse que fuéramos a la habitación. Ellas, luego de dudarlo un poco, aceptaron. Pensé que no olvidaría nunca ese día y, de imaginar lo que me iba a pasar, casi eyaculo. Ya en la cama comenzaron a besarse y acariciarse. Estaban como desatadas. Me desvestí en un segundo e hice un clavado a la cama. Les acerqué mi coso y esperé. Ellas seguían con las caricias y se miraban con pasión. Quise tocarlas pero, para mi sorpresa, me evadían. Hice nuevos intentos, pero me ignoraron siempre. A las 4 horas de hacer poses seductoras, de pedir, de rogar aunque sea que me hablaran, comprendí que estaba de más. Por hacer algo, prendí el televisor y me puse a ver un partido de futbol. Cada tanto echaba una ojeada a lo que hacían o les pedía que no gritaran tan fuerte. Por suerte enganché una película de Jean-Claude Van Dame y me entretuve un rato. Me sentí desilusionado, pero aprendí algo: en estos juegos no convienen los números impares".
"Es común que algunas parejas jueguen con la idea de incorporar a un tercero en sus relaciones sexuales. Pocos son los atrevidos que concretan esta fantasía. No creo que debamos juzgarlos" explica la Lic. Claudia Rosso. "En estos casos hay algo de libertad en la asunción del propio placer. Ya no se pone en primer plano la noción de que el cuerpo del otro me pertenece. En todo caso se trataría de buscar el placer sin demasiadas vueltas. Creo que deberíamos aprender un poco de estos osados e incluso no amonestarlos sino demostrarles nuestra simpatía. Quizá así logremos ser invitados a sus juegos y pasarla bomba, o al menos lograr que nos den bomba".
En general, los entrevistados, se han mostrado satisfechos con la experiencia. "Recuerdo que mi esposa siempre tuvo la fantasía de acostarse con un negro. Cuando mirábamos películas porno, ella elegía siempre alguna con protagonistas de color y no dudaba en expresarse excitada. Recuerdo sus exclamaciones y elogios ante la musculatura de estos hombres. Más de una vez, se paraba en la cama y gritaba como hincha de futbol o se besaba la camiseta. Tanto era su fervor que decidimos contratar los servicios de un africano", nos dice Silvio C., "Claro que, a la hora del amor, mi mujer se sintió intimidada por el tamaño de este hombre. Le digo que en verdad parecían dos negros. Era impresionante y a la vez sobredimensionado. El muchacho esperaba que ella se acerque y yo los miraba. Pero mi esposa estaba como catatónica y solo podía balbucear. Pensé en disculparme con el negro y mandarlo para su casa. Entonces, me dije que era un despropósito. No se puede jugar así con las expectativas de la gente, sobre todo con alguien de color, una raza que sufrió tanto. Pensé que el muchacho iba a creer que lo discriminábamos. Entonces me acosté con el negro. Fue una experiencia maravillosa. Esto fue hace cinco años y no le miento si le digo que todavía me duele el orto".
Claro que no todos los casos tienen un final feliz. Quizá el ejemplo de Rodrigo V. nos ilustre al respecto. "Cierto día, al llegar del trabajo, encontré a mi esposa hablando con una amiga. No sé que me pasó, pero había entre ellas un clima de intimidad que me excitó. Por otra parte, la amiga, tenía un cuerpo escultural y rostro aniñado, dos cosas que son mi debilidad. Con mi esposa habíamos tratado la posibilidad de insertar a alguien en nuestros juegos amorosos. Pensé que había llegado el momento. Me las imaginé a ambas dispuesta a recibir mis atenciones, sedientas de mí y sentí que se me incendiaban los calzones. Sin muchos rodeos les propuse que fuéramos a la habitación. Ellas, luego de dudarlo un poco, aceptaron. Pensé que no olvidaría nunca ese día y, de imaginar lo que me iba a pasar, casi eyaculo. Ya en la cama comenzaron a besarse y acariciarse. Estaban como desatadas. Me desvestí en un segundo e hice un clavado a la cama. Les acerqué mi coso y esperé. Ellas seguían con las caricias y se miraban con pasión. Quise tocarlas pero, para mi sorpresa, me evadían. Hice nuevos intentos, pero me ignoraron siempre. A las 4 horas de hacer poses seductoras, de pedir, de rogar aunque sea que me hablaran, comprendí que estaba de más. Por hacer algo, prendí el televisor y me puse a ver un partido de futbol. Cada tanto echaba una ojeada a lo que hacían o les pedía que no gritaran tan fuerte. Por suerte enganché una película de Jean-Claude Van Dame y me entretuve un rato. Me sentí desilusionado, pero aprendí algo: en estos juegos no convienen los números impares".
"Es común que algunas parejas jueguen con la idea de incorporar a un tercero en sus relaciones sexuales. Pocos son los atrevidos que concretan esta fantasía. No creo que debamos juzgarlos" explica la Lic. Claudia Rosso. "En estos casos hay algo de libertad en la asunción del propio placer. Ya no se pone en primer plano la noción de que el cuerpo del otro me pertenece. En todo caso se trataría de buscar el placer sin demasiadas vueltas. Creo que deberíamos aprender un poco de estos osados e incluso no amonestarlos sino demostrarles nuestra simpatía. Quizá así logremos ser invitados a sus juegos y pasarla bomba, o al menos lograr que nos den bomba".
En general, los entrevistados, se han mostrado satisfechos con la experiencia. "Recuerdo que mi esposa siempre tuvo la fantasía de acostarse con un negro. Cuando mirábamos películas porno, ella elegía siempre alguna con protagonistas de color y no dudaba en expresarse excitada. Recuerdo sus exclamaciones y elogios ante la musculatura de estos hombres. Más de una vez, se paraba en la cama y gritaba como hincha de futbol o se besaba la camiseta. Tanto era su fervor que decidimos contratar los servicios de un africano", nos dice Silvio C., "Claro que, a la hora del amor, mi mujer se sintió intimidada por el tamaño de este hombre. Le digo que en verdad parecían dos negros. Era impresionante y a la vez sobredimensionado. El muchacho esperaba que ella se acerque y yo los miraba. Pero mi esposa estaba como catatónica y solo podía balbucear. Pensé en disculparme con el negro y mandarlo para su casa. Entonces, me dije que era un despropósito. No se puede jugar así con las expectativas de la gente, sobre todo con alguien de color, una raza que sufrió tanto. Pensé que el muchacho iba a creer que lo discriminábamos. Entonces me acosté con el negro. Fue una experiencia maravillosa. Esto fue hace cinco años y no le miento si le digo que todavía me duele el orto".