Nacido en Santa María Desvirgada, un pueblo pequeño, tan pequeño que sus habitantes tenían que salir a la ruta cuando entraba el sol, Martín Samis alcanzó la fama por medio del escándalo y la literatura violenta. Su primer libro "Por quien doblan las esquinas" fue rechazado por 17459 editoriales antes de ser publicado. Allí Samis relata, con un detallismo degenerado, como un pelirrojo hace embutidos con los órganos de un enano. Contra toda lógica, el repulsivo libro alcanzó picos de venta y el mismo Michael Jackson lo recomendó en una visita a un jardín infante, convirtiéndose en un referente de la literatura infantil.
Sus escandalosos libros hicieron de Samis un hombre indeseable. Por títulos como "Por quien doblan las esquinas", y "Adiós a las nalgas", fue perseguido por la ley y la justicia e incluso Santa Teresa de Calcuta no dudo en pedir que se lo castrara.
El efecto de su obra en el lector era asombroso. La violencia era el rasgo común que seguía a su lectura. Todavía se recuerda el motín de la biblioteca escolar "El principito", cuando un niño, que minutos antes había ojeado "París era una verga", tomó como rehenes a su maestra y a 7 compañeritos para despellejarlos vivos y enterrarlos en un arenero, para luego hacerse testigo de Jehová.
En cada nuevo libro Martín Samis alcanzaba un grado mayor de perversión. Su estilo se refinaba y sus lectores cometían actos cada vez más aberrantes. Por ejemplo, algunos biógrafos llegan a señalar que Oswald había leído "El viejo y el gay" antes de disparar contra Kennedy o que Cristina Aguilera había leído todos sus libros antes de dedicarse a la canción.
Estos sangrientos eventos no afectaron a Samis, quien realizó su obra cumbre, "El Conde se Monto a Cristo", justo un año después que Sadam Husseim invadiera Kuwait, luego de leer "Al filo de la Bragueta". Fue justamente a partir de la publicación de estos dos libros que el Dalai Lama hizo un llamado mundial para quemar la obra de Samis y al autor mismo, hecho concretado y que desencadenó en la temprana muerte del escritor.
Hoy día hay quienes proponer fusilar a todos los lectores aún vivos de Samis, para que la memoria de esa literatura se borre por siempre en el polvo de la historia. Esperemos que así sea.